Hace pocas fechas mi hijo me sorprendió con un comentario,
cuanto menos anacrónico para su edad. Tiene 12 años y me dijo con esa
complicidad típica entre padre e hijo en esa época de la vida, con esa
envidiable edad, que estaba triste porque se hacia mayor, y ya no podía hacer o
que ya no le satisfacían las cosas de pequeño. Que le gustaría volver a ser un
niño.
Yo estuve tentado de proferirle un insulto grave, por
decirme esto a mí. ¡ A mi que tengo 50 años¡ Si el con 12 años tenia
desasosiego espiritual por el tiempo que pasa, que podría decir yo, ya bajando
la cuesta, después de coronar la cima.
Y entonces un nudo paralizo mi
garganta, pues era consciente que el tiempo se había escapado como el agua
entre los dedos. Y en muchas ocasiones distraído en nimiedades y concentrada la
atención en lo accesorio, se había ido lo realmente importante que se había
marchado a nuestro lado de puntillas sin que nos diéramos cuenta, hasta que ya
era imposible alcanzarlo. Y es que sabiamente alguien dijo que el tren solo
pasa una vez en la vida, y si no lo coges ya será imposible echar marcha atrás,
para intentarlo de nuevo.
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